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Los doce puntos de la permacultura bibliotecaria
O cómo aplicar los principios de la permacultura en la biblioteca (06)
Principio 5. Usar y valorar los servicios y recursos renovables
Desde siempre, pero especialmente desde los albores de la revolución industrial, el ser humano ha adquirido el hábito de tratar de controlar su realidad (tanto la natural como la social) a través del uso ―generalmente desmedido― de recursos naturales y de tecnología. En la mayoría de los casos, semejantes acciones no son necesarias en absoluto, y conducen a un despilfarro atroz y a una serie de consecuencias negativas, tanto para el planeta como para sus habitantes humanos y no-humanos.
En los últimos tiempos, y con la toma de conciencia global de que el ser humano ―o, al menos, una parte de la especie― está utilizando el equivalente a tres planetas para mantener su nivel de vida y de "control" sobre el mundo, esa tendencia ha comenzado a cambiar. Las sociedades planetarias se encuentran en un momento histórico en el que las palabras "renovable" y "sostenible" parecen ubicuas (aunque algo gastadas y carentes de significado), en el que el decrecimiento debería ser una necesidad urgente, y en el que pensar en la "renovabilidad" de los recursos, tanto en términos naturales como sociales, parece una obligación.
En ese sentido, el quinto principio de la permacultura invita a considerar que cuando eso que se conoce / entiende como "la naturaleza" pueda realizar determinadas funciones por sí sola, deberíamos aprovecharlas en lugar de intentar reemplazarlas. Como ejemplos más notorios, deberíamos dejar que se ocupe, cada vez que pueda (y sin sobrecargarla innecesariamente, pues todo tiene un límite), de la ventilación, la calefacción, la iluminación, la provisión de agua y energía, el reciclado de desperdicios orgánicos y aguas servidas, etc.
Partiendo de esa idea, y en términos generales, es menester considerar que cuando una situación determinada se dé de forma natural, se la debería aprovechar en lugar de intentar sustituirla por otra artificial que probablemente no proporcionará los mismos resultados, implicará gastos a muchos niveles, y terminará generando elementos innecesarios (residuos, reacciones, etc.).
Se trata, en resumidas cuentas, de reducir y limitar el comportamiento consumista humano y, sobre todo, la terrible dependencia de recursos no renovables (como el petróleo y sus derivados).
En el ámbito de las bibliotecas, el movimiento conocido como "bibliotecas verdes" ha hecho hincapié en el uso de un diseño arquitectónico que utilice los elementos naturales: grandes ventanales y orientación de edificios para aprovechar la luz del sol, sistemas de ventilación sin el uso de aire acondicionado, placas solares... Sin embargo, el lado social de este principio de la permacultura ha sido poco utilizado, probablemente porque ha sido pobremente comprendido: en el caso de existir estructuras preexistentes sociales, epistémicas, culturales, de memoria, de identidad o de gestión de saberes, deben aprovecharse en lugar de implantar (o forzar) elementos nuevos, que seguramente no tendrán similares resultados y pueden provocar problemas o impactos negativos.
Este principio social de aprovechar los "recursos existentes naturalmente" es ampliamente aplicable, por ejemplo, en áreas rurales o en comunidades indígenas en donde se quiera implementar una biblioteca (o un archivo, o un museo). Deberían usarse las fuentes, los medios y los recursos de conocimiento y memoria locales, en lugar de implantar elementos externos, con los gastos de trabajo, energía y bienes materiales que ello representa. Y con todo el colonialismo implícito.
Acerca de la entrada
Texto: Edgardo Civallero.
Fecha de publicación: 30.05.2023.
Foto: "Permacultura: aprender de la naturaleza para una vida sostenible". En BBVA [enlace].