Unos libros, una maleta, y muchos viajes en barco

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Unos libros, una maleta, y muchos viajes en barco

Crónica de un proyecto bibliotecario en las islas Galápagos (4 de 12)

 

[Descargo de responsabilidad: Este texto ha sido elaborado como una narración de la experiencia personal y profesional del autor durante su estancia en las Islas Galápagos, trabajando incidentalmente para la Fundación Charles Darwin (FCD). Refleja exclusivamente las opiniones y posiciones del autor. La FCD no se hace responsable de dichas opiniones y posturas, y la información sobre la FCD se proporciona sólo como contexto del relato].

[El texto completo de Unos libros, una maleta, y muchos viajes en barco puede descargarse desde Acta Académica].


— IV —


He dormido un rato. El "anautín", la pastilla que prácticamente todos los viajeros tomamos en Galápagos antes de unos de estos viajes por mar, ha hecho su efecto. Cuando abro los ojos veo la silueta inconfundible de isla Tortuga. Es la señal de que ya nos acercamos al puerto. El muelle principal de Villamil se ubica en el interior de una bahía rodeada de arrecifes, peñascos e islotes. Islotes que, mientras la lancha se acerca, nos reciben cubiertos de pelícanos pardos, de piqueros de patas azules y de pingüinos. Sí, pingüinos. Algunos de ellos —endémicos de Galápagos, y los únicos que viven al norte del Ecuador— pasan nadando al lado de nuestra embarcación mientras el capitán detiene los motores y nos deja flotando allí, en unas aguas locamente turquesas, esperando que los taxis acuáticos hagan el transbordo de los pasajeros desde el barco al muelle.

Los taxis acuáticos son pequeños. Apenas si pueden cargar unas quince personas, que deben repartirse de forma equitativa a ambos lados del bote para que este mantenga el equilibrio y no zozobre. Pago sin rechistar el dólar que cuesta el pasaje, aunque otro pasajero, un turista, pregunta airado al patrón de la barcaza por qué ha de hacer semejante cosa. Por el tono calmo con el que aquel hombre moreno y curtido da su breve explicación —las "fibras" no pueden llegar al embarcadero por falta de profundidad, los taxis se encargan de transportar a los pasajeros hasta allí, y al ganarse la vida haciendo eso necesitan ese pago— intuyo que debe repetir el mismo comentario varias veces al día. Y es que la economía galapagueña depende, sobre todo, del turismo: la agricultura, la ganadería, la pesca y la industria son elementos residuales, prácticamente de supervivencia, en todo el archipiélago. Ese modelo socio-económico dominante, basado casi exclusivamente en la explotación turística de un lugar calificado como "edénico", ha generado no pocos problemas en un territorio fuertemente protegido. Y en el seno de una comunidad que necesita esos ingresos para hacer frente a un costo de vida altísimo, causado por la dependencia de insumos que llegan indefectiblemente desde el continente.

Ya en tierra, me recibe el bramido de los lobos marinos. Están tirados en la vereda, algunos durmiendo la eterna siesta isleña, otros atentos a la llegada de visitantes. Tengo que sortearlos con cuidado. No porque me vayan a hacer nada: excepto en épocas de apareamiento —cuando los machos se vuelven muy territoriales y agresivos—, los lobos son totalmente pacíficos. Demasiado, diría yo. Pero las normas del Parque Nacional indican que se debe mantener, siempre que sea posible, una distancia prudencial de dos metros de la fauna local.

Dos metros imposibles de respetar con animales que se ubican en medio del paso y ni se inmutan ante la presencia de gente. O directamente se acercan a ella, curiosos. Y es que en este archipiélago esos animales conviven con los seres humanos de una forma pocas veces vista en otros sitios. La confianzuda actitud de los lobos isabeleños —y del resto de la fauna local— es buena prueba de ello.

[Continuará...].

 

Acerca de la entrada

Texto: Edgardo Civallero.

Fecha de publicación: 25.07.2023.

Foto: Aves acuáticas, isla Isabela. Edgardo Civallero.

Sé que pueden quemar libros, arrasar bibliotecas, prohibir lenguas, desterrar creencias, borrar pasados, dibujar presentes, ordenar futuros, torturar y ejecutar personas. Pero también sé que aún no han descubierto como matar el cuerpo intangible y luminoso de una idea, de un sueño o de una esperanza (E. Civallero. Cabecera del blog Bitácora de un bibliotecario entre 2004 y 2014).

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