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Unos libros, una maleta, y muchos viajes en barco
Crónica de un proyecto bibliotecario en las islas Galápagos (8 de 12)
[Descargo de responsabilidad: Este texto ha sido elaborado como una narración de la experiencia personal y profesional del autor durante su estancia en las Islas Galápagos, trabajando incidentalmente para la Fundación Charles Darwin (FCD). Refleja exclusivamente las opiniones y posiciones del autor. La FCD no se hace responsable de dichas opiniones y posturas, y la información sobre la FCD se proporciona sólo como contexto del relato].
[El texto completo de Unos libros, una maleta, y muchos viajes en barco puede descargarse desde Acta Académica].
— VIII —
La vida cultural en el archipiélago es ciertamente limitada. La ausencia de bibliotecas da una pista clara de ello. Hay una notoria ausencia de lugares en donde se desarrollen actividades como teatro o música, o de actividades relacionadas con la lectura, la escritura o el arte. De estas últimas, haberlas haylas, como reza el dicho gallego, pero se ven sometidas a severas limitaciones. Y eso termina por notarse. La educación adolece de los mismos males, males compartidos por la sanidad y por otros servicios: la distancia y el relativo aislamiento al que se ven sometidas las islas terminan, cómo ignorarlo, haciendo mella en la calidad de vida de sus habitantes. La solución más habitual es buscar todo lo que falta en las ciudades del Ecuador continental, sobre todo Guayaquil o Quito. Con la inversión de tiempo y dinero que ello significa.
La creación de espacios bibliotecarios podría paliar, hasta cierto punto, esas ausencias y carencias. No sería en absoluto una solución definitiva, pero abriría la puerta a varias posibilidades interesantes: opciones de lectura, de conferencias, de cursos y talleres, de charlas, de cuenta-cuentos y pequeños espectáculos, de cine-club, de exposiciones... Y de interacción entre distintos actores que ahora mismo no siempre tienen oportunidades para conectarse. Una biblioteca es una excelente herramienta para fortalecer el tejido cultural e identitario de una comunidad y, con ello, el propio tejido social. Ha demostrado su eficacia en esa tarea a través de miles de experiencias desarrolladas, en el caso de América Latina, en muchos y muy diversos contextos. Muy bien podría hacerlo en las Galápagos.
Entre la multitud de consejos, advertencias y recomendaciones que recibí antes de venir a radicarme aquí, hubo una muy curiosa: "vas a estar a mil kilómetros de la librería más cercana". Es verdad: en las Galápagos no hay librerías. Ni una. No es lo único que falta: es más fácil conseguir unas aletas de buceo que un CD, un periódico o una revista. La vida se abre camino, y la cultural no es la excepción: los jóvenes descargan música a través de sus teléfonos celulares, los adultos escuchan la radio, todos leen los periódicos a través de sus computadoras, y la televisión ofrece entretenimiento barato a todas horas. Pero es necesario darle una vuelta de tuerca a todo eso, dirigirse al siguiente nivel, abrir más horizontes, crear expectativas...
En especial si se desea sustentar una política de conservación sólida en las islas.
Porque, como ya apunté antes, la conservación es un proceso social. Y ese proceso no puede desarrollarse —no puede desarrollarse exitosamente, me apresuraré a aclarar— si no existe información apropiada. Si no hay una educación ambiental bien diseñada y sustentada, si no hay una discusión acerca de modelos productivos basada en conocimiento pertinente, si no hay un debate a todos los niveles acerca del tipo de vida que se desea desarrollar en el archipiélago, analizando oportunidades y peligros, faltas y problemas, fallos y vacíos, memorias y saberes, experiencias y esperanzas, miedos y recelos...
Y en ese proceso social, de debate y construcción (y, por qué no, de deconstrucción), la biblioteca debería ser una pieza clave.
[Continuará...].
Acerca de la entrada
Texto: Edgardo Civallero.
Fecha de publicación: 22.08.2023.
Foto: Cartel de un bar de playa en Puerto Villamil, isla Isabela. Edgardo Civallero.